El ser humano está abocado a caer en la tentación cuando, tras sentirse dominado por una fuerza superior a la propia, le empieza a fallar la voluntad que, posteriormente, será canjeada por sus instintos, los cuales le conducirán a comportarse de una forma opuesta a sus deseos. Y cuando descubra que ese no era el camino que había estado buscando, nacerá y crecerá la insatisfacción en su interior hasta el hastío.

El ser humano actual vive aferrado a una serie de caprichos materiales, creyendo que ellos le van a encaminar hacia la felicidad; es más, está absolutamente convencido de que sin la materia no es nadie. Quizás desconozca que la susodicha materia crea dependencia y, por consiguiente, esclavitud, ingredientes capaces de generar la tentación de poseer más que los otros y de desbancar al prójimo a costa de lo que sea.

Por eso, para luchar contra la tentación es imprescindible mantener íntegra la voluntad de ser uno mismo.