Vivimos en una época en que todo se reduce a su precio, despreciando su valor.
Actualmente sólo se da importancia al estrato social, a la belleza física y a la inteligencia. Y yo me pregunto entonces:
¿En qué lugar de la escala social se encuentran los pobres, los menos agraciados físicamente y los que no poseen un alto grado de inteligencia?. ¿Es que acaso la bondad, la amabilidad, la solidaridad, la comprensión, la humildad, el altruismo, la sensibilidad, la ternura y el amor no tienen cabida en la sociedad?

Pienso que la mayoría de la gente carece de valores por pensar sólo en sí misma, por querer aparentar más que el vecino de al lado, por creer que el dinero ayuda a ser feliz, por hacer de su cuerpo un culto y por creerse más inteligente que los demás.
Para ser poseedor de alguna de esas virtudes o valores, hay que despertar del sueño de la ambición, del hedonismo, de la vanidad, del egoísmo y de la simpleza.

Si nos fijásemos en las cualidades de las personas, descubriríamos la sublime belleza que se puede encontrar hasta en el ser que considerábamos más despreciable. Sólo de esta forma seremos capaces de aprender algo positivo de la vida. Sí, porque mirando el interior de los demás, nos ayudamos a nosotros mismos. Es decir, que las virtudes de nuestro prójimo nos pueden conducir a hallar las nuestras.
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