El amor es el único remedio para combatir el dolor anímico del ser humano.
Por muchos métodos que utilicemos para intentar solucionar nuestros problemas interiores, si no contamos con el propio amor o con la ayuda de alguien que esté dispuesto a repartirlo incondicionalmente, jamás podremos alcanzar la sanación interior, la cual conlleva seguridad en sí mismo, tolerancia al fracaso, perseverancia en la actividad habitual, amor al prójimo, serenidad, madurez y paz.

Si deseamos amar a los demás, debemos aprender a amarnos a nosotros mismos. Es decir, que hemos de comenzar descubriendo todos esos defectos e imperfecciones que se encuentran en nuestro ser. A continuación, por imposible que nos parezca, hemos de aceptarlos serenamente, ya que ellos también forman parte de nuestra personalidad. Quizás lo más difícil sea superarlos y suprimirlos de nuestra vida, cambiándolos asimismo por maravillosas cualidades que endulzarán nuestra alma. Pero como todo es posible, con voluntad y constancia, podremos sentir dentro de nosotros tanto amor, que necesitaremos compartirlo con nuestra familia y amigos, con los pobres de espíritu, con los necesitados, con los oprimidos, con los encarcelados, con los minusválidos, con los toxicómanos, con los alcohólicos, con los enfermos de cáncer, con los que tiene sida o con cualquier persona que se cruce en nuestro camino.
En definitiva, si no hay amor, tampoco habrá remedio para tantos males y desgracias existentes en nuestros días. |