Gracia es sinónimo de alegría permanente y de bondad indestructible. El poder que tiene la gracia divina es infinito e inexplicable.
Quien posea esta preciosa joya, se podrá considerar receptor de uno de los más recónditos secretos del Universo, que no es otro que la consecución de esa excelente meta denominada felicidad.
La gracia es un don divino, puesto que sólo se puede acceder a ella desde el alma y, así mismo, desde el entendimiento de la ley divina.
La gracia es comparable a un feto, puesto que ambos necesitan sumos cuidados. A la gracia, como al feto que se va desarrollando en el útero materno con amor y alimento, hasta que una vez formado salga a la luz, hay que alimentarla con el propósito de ir sintiéndola crecer en nuestro interior, hasta que posteriormente la podamos ver reflejada en el exterior.

La gracia siempre ha de ir unida al amor, ya que si no hay amor, jamás podrá existir el estado de gracia que nace del amor. Sí, ese que conlleva entendimiento, perdón, altruismo y comprensión.
De otro modo, la gracia sería efímera y, como todo lo pasajero, acabaría abandonando nuestro ser y dejándonos desamparados y heridos, con lo cual nuestra vida se transformaría en difícil, y por consiguiente, nuestra actitud se volvería egoísta y nuestro carácter amargo.
Por tanto, si buscas algo diferente, es decir, si quieres encontrar la gracia divina, apúntate al "Club del Alma", y notarás que tu vida dará un gran giro, porque una vez hayas encontrado y saboreado la verdadera gracia, habrás hallado la respuesta a alguna de las incógnitas que el alma humana esconde. |