Relatos hiperbreves

Pompeya

Subió al tren dejando en el recuerdo el Coliseo y la Fontana de Trevi para dirigirse a Nápoles, donde tomaría un cercanías a la ciudad emergida de las cenizas del Vesubio.  

En tránsito hacia Pompeya no pudo evitar un ¡ay! de emoción y, al apearse en "Villa de los Misterios", su alma se henchió de satisfacción mientras se encaminaba hacia la entrada. Foro, mercado, panadería, tabernas, lupanar, termas, villas, teatro, odeón, fuentes y hasta los adoquines de las calles, con sus pasos de peatones elevados, le resultaron familiares porque ya había estado allí. 





Giza

Desperté, fui hacia la ventana y descorrí las cortinas. La meseta de Giza vista desde el hotel destacaba sobre algunos edificios de la periferia. Allí, las pirámides de Keops y Kefrén se alzaban imponentes en el desierto occidental. Los turistas más madrugadores que hacían cola para acceder al interior de la Gran Pirámide parecían hormigas ante aquella mole de piedra que un día estuvo revestida por piedra caliza. 


   

 


Venecia

Los vaporettos se cruzan con las góndolas en el Gran Canal mientras la policía surca las aguas a lomos de lanchas motoras y los cargueros van repletos de mercancías. 

Al atardecer, Venecia vista desde el puente de Rialto es una amalgama de colores, aromas y sensaciones capaz de transmitir hasta a las almas menos inmaculadas la armonía y serenidad propias del paraíso.


 



Pirámide roja

Aferrándome a ambos pasamanos, bajé en cuclillas por una rampa resbaladiza mientras el olor a amoniaco apenas me dejaba respirar y el calor entorpecía mis pasos.  

Sin darme apenas cuenta llegué a una estancia de cúpula escalonada, donde no había nada ni nadie. Quizá por eso pude percibir la energía de aquella pirámide de granito rojo que se yergue en el desierto egipcio desde tiempos inmemoriales. 

  



Con nombre de tango

Cataratas del Iguazú, Calafate, Perito Moreno, lugares exóticos que encienden la llama del aventurero. Buenos Aires, con nombre de tango, se presenta ante mí cercano y porteño.


  

Nilo

El nubio que iba al timón de la faluca llenó una botella con agua del Nilo y bebió de ella ante la incredulidad de los pasajeros.  



 

 

Nube volcánica

Soy la nube volcánica de nombre impronunciable que ha cerrado el espacio aéreo de medio mundo, la misma que continúa echando humo sobre Europa y que se aferra al aire sin compasión. Que no cunda el pánico, pero espérame en el cielo si aterrizo.





Abu Simbel

"Por favor, sea breve", dijo el guardián a la mujer que, a pesar de la prohibición, decidió fotografiar el interior del templo de Abu Simbel, donde se alzaban unas estatuas gigantes de Ramsés II caracterizado como el dios Osiris.  

Dos euros y una sonrisa habían servido para sobornar al nubio que custodiaba aquella mole de piedra construida en memoria del faraón más longevo de la historia egipcia.  

 
 



Casting

Ver su imagen en la gran pantalla le transfiguró el alma. Jamás hubiera imaginado que, al presentarse a un casting de figurantes, le contratarían como actriz protagonista.

 


Egipto

He regresado de Egipto con el convencimiento de haber realizado un viaje iniciático a la tierra de mis antepasados. Sus pirámides y templos así me lo han confirmado. 


  



Alergia

El testigo sintió alergia al escrito que había sobre la mesa y empezó a estornudar sobre la declaración que le estaba tomando aquel secretario que le miraba con cara de soldado dispuesto a matar por la patria.




El carcelero

Negué a pie juntillas que hubiera ayudado al "Pulgas" a fugarse de esta maldita prisión donde yo soy el carcelero.





Tino

Pedro, el oculista, salió corriendo de su consulta: Tino, el ciego, se había colgado de la viga del techo. 





Noche de perros

Las sombras del pasado se adhieren a sus neuronas desde aquella noche que encontró a su mujer en estado cianótico alarmado por los ladridos de su perro.





El hijo amado

La cena se enfriaba en la mesa mientras Lola permanecía en pie esperando al hijo amado que desde hacía algún tiempo se había convertido en su verdugo. 




Fe

"Hace ya tiempo que aquí nadie cree en los milagros", dijo mi abuela aferrándose al rosario que le acompañaba desde niña.

Diez días después yo salía ilesa del avión que amerizó en el Mediterráneo cuando regresaba de Estambul.


Desde Gijón
 
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La voz del alma

Refranero popular
 
A quien madruga, Dios le ayuda.

A Dios rogando y con el mazo dando.

No por mucho madrugar, amanece más temprano.

A mal tiempo, buena cara.

Nunca llueve a gusto de todos.

Año de nieves, año de bienes.

Para qué quiero mis bienes, si no remedio mis males.

No te acostarás sin saber una cosa mas.

Mal de muchos, consuelo de tontos.

La suerte de la fea, la bonita la desea.

La mujer y la manzana tiene que ser asturiana.

A todo gochín le llega su sanmartín.

 
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