Emerenciana Paracuellos se amontonó con Casilino Castrosín cuatro meses después de que éste enviudase de Teodorica Chicharro, la bruja que le había hecho la vida imposible durante treinta años. Emerenciana no hacía más que estrujarse el cerebro para poder ayudar al pobre hombre a olvidar la vida de perros que le había hecho pasar Teodorica. Todo el santo día le traía en palmitas, para acabar derrochando en el lecho conyugal la poca energía que le quedaba. El suyo era un amor tan explícito que sus comadres pronto la señalaron con el dedo motejándola "la Amorosa". Emerenciana hacía oídos sordos a las habladurías de aquellas lenguaraces que se pasaban todo el santo día trayendo y llevando chismes. Casilino iba a gusto con el machito al lado de la joya que no reparaba en nada con tal de alegrarle los últimos años que le quedaban en este mundo de Dios. 

Emerenciana Paracuellos llamó alarmada a la policía: no sabía de Casilino desde el día antes. Según le contó al agente, era imposible que un hombre tan agradecido como él se hubiera ido de su lado sin previo aviso. Dos semanas después, Emerenciana salía en el programa de televisión "Quién sabe dónde" para pedir ayuda.

Al cabo de dos meses, la policía se personaba en casa de "la Amorosa" para comunicarle que habían hallado en un lavadero el posible cadáver de Casilino. Cuando se lo enseñaron en el depósito, ella misma confirmó que se trataba de Casilino gracias a la ropa que llevaba puesta cuando desapareció. A pesar del avanzado estado de descomposición que presentaban los restos, la autopsia reveló que el fallecimiento se había producido de forma natural.

Una semana después, Emerenciana Paracuellos era detenida bajo sospecha de enterramiento ilegal. La mujer declaró ante el juez que no le quedó más remedio que ocultar la muerte de Casilino para poder seguir cobrando la pensión de jubilación que le ingresaban a él todos los meses en la cartilla que compartían.