Aunque estemos libres y tú digas: ¡qué suerte tenéis!, no te deprimas demasiado al pensar que tú estás encarcelado mientras nosotros disfrutamos de la vida. Has de saber que algunos de nosotros estamos tan presos o más que tú, porque la libertad no sólo consiste en sentir la brisa de la mañana en la cara ni en respirar el aire puro.
Tú estás entre rejas, ¡malditas sean! Ellas te impiden disfrutar de la libertad física. Por eso, no dejes que te priven de la libertad de ser tú mismo; es decir, de continuar entero hasta el final. Lucha, mantente firme, no desesperes, pues pronto llegará el día de tu libertad y, entonces, te darás cuenta que, aunque te hayan apartado del mundo durante un tiempo, no por ello habrán podido anular tu personalidad. Esa integridad personal te servirá para rehacer tu vida o para continuarla donde la hayas dejado, para ser optimista ante las adversidades, para enriquecerte a ti mismo...

Desde aquí te digo que somos muchos, aunque no los suficientes, los que estamos contigo. Nosotros luchamos, desde fuera, por la misma causa que tú, o sea, por tus derechos, ya que pensamos que cualquiera puede ser la próxima víctima de esos muros y rejas que te separan del mundo, que te oprimen hasta ahogarte por completo.
Respira hondo cuando sientas la impotencia y la opresión en tu interior; cuando estés al límite de tus fuerzas, descarga las tensiones llorando, si es necesario, o abriendo tu alma a las hojas de ese cuaderno que tienes en blanco; defiende tus derechos mediante escritos dirigidos al juez de vigilancia. Tal vez, de esa forma, puedas soportarlo mejor.
Aunque parezca una contradicción, te deseamos que seas libre y feliz en tu cautiverio. |