Las nubes surcaban el cielo cual veleros compitiendo en una regata mientras las gaviotas se desperezaban tras la gélida noche que les había mantenido acurrucadas en los acantilados de Viaria.
Generosa, Mentecata y Robustiana formaban un trío de gaviotas hermanadas por los percances que les había deparado la vida desde que les sobrevino la orfandad una tarde primaveral que el mar se cubrió de petróleo.
Generosa era una gaviota de plumaje blanco y ojos como platos, que se desvivía por sus amigas hasta dejarse las plumas donde fuera necesario. Volaba como los ángeles desde que su padre, que en paz descanse, le había educado para volar siguiendo las instrucciones viales que aquél había heredado de su tío Amable, un policía de profesión y maestro vial por vocación.
La rebeldía se alió con Mentecata debido al complejo de inferioridad que se le adhirió al alma tras ser consciente de sus plumas grisáceas y de sus pequeños ojos, circunstancias que la transformaron en una amargada que se pasaba todo el día fastidiando a las gaviotas enclenques.
Robustiana, la más simpática de las tres, se parecía a su abuela Celestina, una gaviota fortachona que se había alimentado toda su vida gracias a la amabilidad de una señora que le ponía en el alféizar de la ventana galletas, pan y pescado fresco.
Robustiana se desternillaba de risa cuando Mentecata cambiaba de carril para desconcertar a las gaviotas que venían enfrente.

_ "Pero tú, ¿cómo eres tan sinsustancia?" le dijo Robustiana a Mentecata un día que ésta se ensañó a alazos con dos gaviotas que no le caían bien.
_ "No ves que son unas imbéciles que, además, se creen Miss Universo."
_ "Ya, pero tampoco vas a estar así toda la vida."
_ "Yo soy feliz haciendo trastadas."
_ "¡Pues vaya felicidad la tuya! Sería mejor que te dedicases a algo de provecho."
_ "¿De provecho? No sabes lo que dices."
_ "Ahora que lo pienso, podrías apuntarte a un cursillo de educación vial."
_ "No me interesa lo más mínimo ser una gaviota civilizada. Para eso ya está Generosa."
Generosa se dio por aludida:
_ "Allá tú y tus tontunas! Sigue así y algún día te llevarás una sorpresa."
_ "Déjame en paz, listilla, le replicó Mentecata."
_ "Si no deseas aprender, olvídalo y continúa echándole el ala al prójimo."
_ "Ja, ja, ja…..."

Mentecata se fue volando hacia un tejado, donde se posó para tomar el sol matutino, aquel sol que le daba energía para afrontar los contratiempos del día.
Robustiana se quedó en el acantilado unos minutos más antes de irse a desayunar a la ventana donde, día sí y día también, le esperaba una buena ración de galletas troceadas.
Generosa, en cambio, le daba tanta importancia a la higiene, que se pasaba media mañana mojando las alas en el mar. Por eso, cuando llegaba a las ventanas de los humanos, apenas quedaban las migajas. Pero los domingos se daba el gran festín en el patio de un edificio del Este de Viaria gracias a una niña que le lanzaba pan y chorizo. No obstante, como era muy altruista, siempre dejaba algo en el pico para compartirlo con Mentecata y Robustiana.
Una tarde, Generosa y Robustiana empezaron a preocuparse por Mentecata porque ésta no había dado señales de vida en todo el día. Tras divagar unos minutos, ambas decidieron surcar el cielo para localizarla o, cuando menos, para preguntar a otras compañeras por ella.
Robustiana, que había ido hacia el Sur de Viaria, se topó con Saturnino, un antiguo novio, el cual le contó que había visto a Mentecata al mediodía haciendo tonterías como siempre.
En el Oeste de Viaria, mientras Generosa se desvivía por dar con el paradero de Mentecata, aparecieron dos gaviotas muy nerviosas. Según ellas, Mentecata se encontraba herida por haber chocado contra un poste eléctrico al esquivar a un águila real que había estado a punto de echársele encima.

Generosa llamó por ultrasonidos a Robustiana y ambas se dirigieron al acantilado donde una gaviota socorrista había transportado a Mentecata.
Mentecata permanecía inconsciente. Viéndola con las alas caídas y el plumaje erizado, a Generosa le saltaron las lágrimas y Robustiana se puso a rezar a todos los santos alados para que su amiga recobrase el conocimiento.
Tras cinco días debatiéndose entre la vida y la muerte, Mentecata abrió los ojos y se abrazó a sus amigas, que no la habían dejado ni a sol ni a sombra durante su convalecencia.
_ "¡Qué buenas sois!, les dijo agradeciéndoselo con la mirada."
_ "¡Bah! Hoy por ti, mañana por mí, le respondieron al unísono."

Al cabo de una semana, Mentecata se recuperó totalmente. Robustiana y Generosa respiraron tranquilas, y dieron saltos de alegría cuando Mentecata les confesó que estaba muy arrepentida por las bobadas que había hecho toda la vida, pero creyeron estar soñando cuando Mentecata les comunicó que estaba dispuesta a realizar un cursillo de educación vial.
Al día siguiente, Mentecata se matriculó en la escuela de educación vial y, en cuatro días, llegó a ser la alumna más aventajada por el interés puesto en aprender las señales de "Stop", "Prohibido el Paso", "Ceda el Paso", "No estacionar"…
Desde entonces, Mentecata es un ejemplo de civismo circulando por el carril de las gaviotas de Viaria. Y cuando ve a alguna gaviota con intención de desviarse del camino, no tiene inconveniente en detenerse para contarle lo cerca que estuvo de la muerte por culpa de su necedad.
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