Besper

Mientras retumbaba la tierra, el pánico se adhirió por enésima vez al alma de los habitantes de Santapía, una aldea perteneciente al vasto Imperio Romano.

Pompeyo, un niño de diez años, harto de la cobardía de su gente y de las supercherías que se fraguaban alrededor de aquel fenómeno, decidió reunirse con sus amigos Cayo, Flavio y Tito para comunicarles su plan.

Al día siguiente, tras salir de la escuela, los cuatro se dirigieron hacia la Cueva de la Serpiente, habitada, según la leyenda, por una serpiente descomunal. Sin titubear, se adentraron y caminaron en fila durante un buen trecho; luego se detuvieron para oír el goteo del agua que se precipitaba desde el techo formando estalactitas. Maravillados ante tal espectáculo, abandonaron la cueva cuando el crepúsculo se dibujaba en el horizonte.

De regreso a la aldea juraron mano sobre mano que mantendrían en secreto sus correrías.


Patearon la cueva en días sucesivos sin hallar nada interesante, salvo la belleza natural que les entraba por las pupilas fascinándoles el alma.

Inmerso en aquel mundo de ensueño, un día Pompeyo se desligó de sus amigos y, sin saber cómo, se introdujo en un túnel que se iba angostando a medida que avanzaba. De repente divisó un rayo de luz a escasos metros. Aceleró el paso y, al llegar, se quedó pasmado ante aquella sala recién pintada de blanco y presidida por un estanque poblado de peces exóticos.

Ensimismado, se sobresaltó al sentir una mano fibrosa en su hombro. Giró la cabeza y casi se muere del susto al toparse con un ser alto, calvo y de piel recubierta por escamas que, sin embargo, le miraba con dulzura.

-Yo me llamo Pompeyo, ¿y tú? -dijo el niño.

-No tengo nombre -respondió el ser.

-Pues entonces te llamaré Besper.

Besper, aunque hijo de una ciudadana de Santapía, no existía en el censo. Su madre había sido violada por un cónsul del César y, tras denunciarle, nadie la creyó. Por el contrario, todos se volvieron contra ella, acusándola de calumniadora. Como castigo, el César ordenó que la lapidaran públicamente. Para evitar tal injusticia, su madre se fugó al anochecer y se refugió en la Cueva de la Serpiente, el oquedal que los habitantes de Santapía consideraban maldito. Y allí había nacido Besper, quien, tras la época de lactante, fue alimentado por su madre con carne de serpiente, reptiles que abundaban en la cueva.


Su madre había muerto tiempo atrás, pero él había decidido seguir viviendo, pues su meta era poder conocer el mundo exterior. Por eso, practicaba a diario el latín y los buenos modales que su madre le había enseñado.

Besper invitó a Pompeyo a conocer su hogar. El niño estaba maravillado ante las estancias de ensueño que traspasaban sus retinas cual luz sagrada. Luego, tras un recorrido por enrevesados pasadizos, llegaron a un habitáculo cálido y confortable compuesto por manantiales de agua caliente. Besper había construido una sala para el baño templado o tepidarium, otra para el frío ofrigidarium y una tercero para el de vapor ocaldarium.

Pompeyo jamás había visto una obra de arte tan digna de admiración como aquella. Impresionado por tanta belleza, Pompeyo perdió la noción del tiempo. De pronto, como si hubiera despertado de un sueño, se dirigió a Besper para decirle que tenía que irse, ya que debía de ser muy tarde.

Besper le pidió que no hablase con nadie de aquel asunto, pues de lo contrario, su vida correría peligro.

Cuando Pompeyo salió de la cueva era noche cerrada, pero decidió avanzar guiado por su instinto hasta que divisó en la lejanía unas sombras humanas. Eran sus amigos que venían acompañados de algunos adultos, entre quienes se encontraba su padre, que se alegró al verle a pesar de su preocupación.




 

Ante la curiosidad de su padre y de sus amigos, Pompeyo explicó que se había adentrado en la gruta y que, debido a la oscuridad, se había perdido.

Al día siguiente, Pompeyo se acercó a la cueva acompañado de Cayo, Flavio y Tito, y decidió explicarles poco a poco la aventura que había vivido sin mencionar a Besper. No obstante, viendo que sus amigos eran de fiar, Pompeyo les contó la historia completa. Los niños estaban entusiasmados a pesar de no dar crédito a aquella historia recién narrada, pues pensaban que era fruto de la imaginación de Pompeyo o el resultado de tantas horas encerrado en la cueva. Sintiéndose ofendido, Pompeyo les invitó a seguirle hasta el corazón de la cueva, pero aclarándoles que debería entrar él solo en el territorio de Besper. Ellos obedecieron, pero poco después apareció Pompeyo diciéndoles que podían pasar, que Besper había decidido conocerlos.

Cuando llegaron a la estancia del estanque, se quedaron mudos de admiración. De pronto oyeron unos pasos y, casi al unísono, se volvieron, descubriendo ante sí a un ser diferente. Los niños, que habían dudado de su amigo, ahora sabían que su historia era real.

Gracias a Besper supieron en primicia de donde provenía el ruido que, acompañado de movimientos telúricos, se oía a menudo en la aldea, el cual se debía al volcanismo atenuado que emanaba de la cueva.


Los niños se despidieron de Besper, prometiéndole ayuda y apoyo cuando decidiera enfrentarse al mundo exterior. Luego se dirigieron a sus casas dispuestos a revelar a sus padres la causa de los temblores terrestres y la existencia de los baños termales.

Debido a la expectación que causaron las termas entre los habitantes de Santapía y de los alrededores, la Cueva de la Serpiente dejó de estar maldita para transformarse en un santuario pétreo que recibía más visitas que los templos en honor de los dioses. Tal fue el éxito que alcanzó que incluso llegó la noticia a oídos del César, a quien se le despertó la curiosidad por conocer la obra arquitectónica y a la persona que la había realizado.

Poco después, Besper fue requerido por el César y contratado a su servicio como primer constructor de termas, logrando ser aceptado en el mundo exterior con todos los honores.

En cuanto al misterio de la Cueva de la Serpiente, sólo Pompeyo, Cayo, Flavio, Tito y Besper sabían que ya no existía.


Desde Gijón
 
NARRATIVA

VIAJERA

DE

MARIÉN DEL VALLE

¡DISFRÚTALA!

Marién del Valle
 
Relatos de Marién del Valle
 
Relatos cotidianos

Relatos exóticos

Relatos borrascosos

Relatos fabulosos

Relatos esenciales

Relatos hiperbreves

Viajes de Marién del Valle
 
Viaje por Turquía

Viaje por Israel

Viaje por Egipto

esfinge-marien-chiqui.jpg

Viaje por Grecia

Viaje por Italia

rialto3-chiqui.jpg

Viaje por Malta

Viaje por Chipre

Viaje por Marruecos

laboral-chiqui2.jpg

Viaje por España

Pensamientos de Marién del Valle
 
Pensamientos

La voz del alma

Refranero popular
 
A quien madruga, Dios le ayuda.

A Dios rogando y con el mazo dando.

No por mucho madrugar, amanece más temprano.

A mal tiempo, buena cara.

Nunca llueve a gusto de todos.

Año de nieves, año de bienes.

Para qué quiero mis bienes, si no remedio mis males.

No te acostarás sin saber una cosa mas.

Mal de muchos, consuelo de tontos.

La suerte de la fea, la bonita la desea.

La mujer y la manzana tiene que ser asturiana.

A todo gochín le llega su sanmartín.

 
85891 visitantes

Suma tu dicha, resta tu dolor, multiplica tu alegría, pero no dividas tu amor

Este sitio web fue creado de forma gratuita con PaginaWebGratis.es. ¿Quieres también tu sitio web propio?
Registrarse gratis